Más de mil millones de personas vivimos actualmente en el mundo en estado de confinamiento total o parcial y las cifras de contagiados, hosp...
Más de mil millones de personas vivimos actualmente en el mundo en estado de confinamiento total o parcial y las cifras de contagiados, hospitalizados y fallecidos no dan signos de descender próximamente.
Ante una situación tan grave e insólita, es lógico que se hagan todo tipo de cábalas acerca del origen –accidental o creado por el hombre– de un virus que actuaría, en la práctica, cual una mortífera arma biológica; cebándose además en los ancianos especialmente, dato a retener.
Descalificar como «conspiranoicos» a quienes se interrogan sobre estas cuestiones suele obedecer a la comodidad, la ignorancia o, en el peor de los casos, al deseo de que no pueda emerger la luz de la verdad. Porque hay muchas incógnitas que siguen sin respuesta.
Pero, en todo caso, de lo que se trata hoy es de cumplir las duras normas dictadas para intentar contener la onda vírica expansiva. En este escenario tan doloroso, es alentador –un auténtico rayo de esperanza– la ceremonia que esta tarde se efectuará en Fátima: la renovación de la consagración de España y Portugal a los Corazones de Jesús y María, pidiendo el fin de la pandemia. En esa misma fecha –25 de marzo– de 1984, San Juan Pablo II hizo la misma consagración y cayó el Muro de Berlín, el Telón de Acero y la misma URSS, aniquilando el virus del comunismo soviético, que era más letal que el actual.
No lo olvidemos: hay motivos para la esperanza.
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