El mundo del deporte, siempre en busca de talentos, promesas y proyectos en construcción, se convulsiona de vez en cuando con llegadas desl...
El mundo del deporte, siempre en busca de talentos, promesas y proyectos en construcción, se convulsiona de vez en cuando con llegadas deslumbrantes. Gente poco común, que parece de forma inexorable abocada al éxito.
Ese es el caso de María Vicente García (L’Hospitalet, Barcelona, 28 de marzo del 2001), que ha irrumpido como un torbellino en el mundo del atletismo iluminando el futuro y arrasando allá por donde pasa en las pruebas combinadas y en el triple salto.
En el 2017 fue campeona mundial sub-18 de heptatlón en Nairobi. En julio, en Gyor (Hungría) se proclamó campeona de Europa sub-18 de triple salto y heptatlón y dejó un nuevo récord del mundo en esta especialidad (6.221 puntos). De los Juegos Olímpicos de la juventud, celebrados en octubre en Buenos Aires, regresó con una medalla de plata en triple salto.
En cuestión de meses, desde su éxito en Nairobi, María ha pasado de entrenarse en las pistas del ISS L’Hospitalet y practicar deporte como una actividad más, igual que hacía con sus estudios o sus clases de ballet, a vivir interna en el CAR de Sant Cugat, dedicada a la alta competición y convertida ya en la mayor esperanza del atletismo español en las últimas décadas.
"No soy de creérmelo. Lo que he hecho está muy bien, pero para lo que viene, no es nada"
En el CAR, donde estudia también segundo de Bachillerato, María se mueve como pez en al agua entre otros deportistas, abierta y espontánea, como corresponde a sus 17 años.
“Voy paso a paso y estoy feliz de cómo me está yendo. Pero no soy de creérmelo. Sé que es importante ser campeona del mundo y tener el récord del mundo de mi categoría. Pero eso para lo que viene, no es nada. Hay que seguir entrenando para intentar lo mismo a nivel absoluto”, valora en una charla con El Periódico al pie de las pistas de atletismo, echando mano de una madurez que sorprende para su edad.
“No me atrevo a ponerle techo. Ni quiero porque en el momento en el que pones límites, es muy difícil superarlo. Vamos a ir subiendo escaleras hasta que podamos”, cuenta su actual entrenador, Fernando Martínez, que explica que el margen de mejora es enorme porque es ahora cuando afrontan la parte más importante del trabajo físico y técnico.
“Es alta (1,80), longilínea, de cadera alta. Tiene una tipología perfecta de heptatleta. Pero aún está en la fase de tecnificación. Estamos construyéndola”, cuenta, valorando también muy positivamente su mentalidad. “Es una chica que tiene las ideas muy claras, supongo que por la buena influencia de su entorno familiar”, añade.
El padre, con el que no mantiene relación, es de Cuba. La madre, María José Vicente, es de Huélamo (Cuenca), donde pasa parte de los veranos. Consecuencia de la educación en esa familia monoparental, que comparte con su hermana Ana, cinco años menor, son muchos de los valores que definen a María como la tenacidad, el carácter o la madurez mental.
“Supongo que el ADN influye. Desde pequeña me ha inculcado muchas cosas que después yo he utilizado para formar mi día a día. Mi madre y mi hermana son dos de mis pilares más importantes. Tenemos una relación muy abierta”, razona María, que también se confiesa muy competitiva. “Sí que lo soy. En las competiciones me crezco. Pero soy competitiva respecto a mí. Si sé que puedo hacer algo y no lo hago, aunque haya quedado primera, no me siento conforme. Yo sé que puedo dar más Ese es mi objetivo: ver hasta dónde puedo llegar”.
A su madre, María José, profesora de Física y Química en un instituto de L’Hospitalet, entrenadora y jueza de atletismo, le debe también su relación con el deporte. Todo nació como un inocente engaño. “Mi madre me decía,’ María, haz atletismo’: Pero a mí no me gustaba, porque alguna vez me había llevado a un entreno y yo solo veía que corrían y corrían. Una tarde, con 10 años, mi tía y mi primo me pasaron a buscar y me dijeron que íbamos al cine. Pero en realidad mi madre y mi tía habían hablado antes y me llevaron a las pistas. Allí vi gente corriendo, pero otros saltando y jugando. Y me pareció divertido. Así que decidí probar yo también”.
Nairobi, en el origen
Seis años después de ese episodio, se proclamaba campeona en el Mundial juvenil de heptatlón en Nairobi. Eso le abrió los ojos y le hizo darse cuenta de su potencial. “Ese título para mí fue como un antes y un después en el atletismo. No sé si mi entrenador lo tenía planeado. Pero mi idea solo era clasificarme. Y cuando gané sin haberlo preparado, fue cuando vi que podía dedicarme. Que tenía cualidades y que había futuro”, valora María.
“Su presente es deslumbrante y todo lo que ha hecho es muy bestia: récord del mundo, títulos, once récords de España de su categoría en diferentes pruebas.... A priori lo tiene todo para ser una atleta excepcional”, cuenta Ramón Cid, que ha ejercido estos últimos cinco años de director técnico de la Federación Española de Atletismo (RFEA) y que ha seguido muy de cerca su evolución.
Las comparativas de marcas con campeonas olímpicas y mundiales como Carolina Klüft o Nafissatou Thiam cuando tenían 17 años (ver gráfico) proyectan su enorme potencial. ”Hay que analizarlo todo con cautela” avisa Cid. “El ejemplo que siempre pongo es el de Rafa Nadal cuando quedó campeón júnior en Roland Garros. Tras ganar, su tío le enseñó fotos de tenistas y le preguntó si los conocía. Rafa dijo que no. Y su tío le dijo: 'todos han sido campeones júniors en París'”.
“María tiene mucho talento. Pero lo mejor es que es una competidora excepcional, capaz de dar el 110% cuando está en la pista. Y el margen de mejora que tiene en todas las pruebas es enorme, especialmente en los lanzamientos”, subraya su entrenador.
Su entrenador Fernando Martínez piensa en los Juegos de Tokio y no quiere ponerle techo
“Tenemos que saber aislarnos de la bola de nieve enorme que está generando. Sabemos que hay presión y que todo el mundo tiene la visia encima nuestro para ver cómo va” , remarca Fernando Martínez, aunque tampoco quiere ponerle barreras. “No vamos a forzar la máquina para ir a campeonatos. En el 2020 tiene el Mundial-sub20. Pero si hace mínima para los Juegos de Tokio, quiero que vaya, porque será para ella una enorme experiencia”.
Una generación ilusionante
Esa es la mentalitad también de María Vicente, estandarte de una prometedora generación de atletas jóvenes en España, una de las mejores de las últimas décadas, entre los que destacan velocistas como Pol Retamal (19 años) o Jael Bestué (17 años) ; en 400 metros, Andrea Jiménez (17 años); en 400 vallas tanto Sara Gallego (18 años) como Aleix Porras (19 años) ; Luis Salor (19 años) en 110 vallas; o Yasiel Sotero (17 años) en lanzamiento de disco.
La atleta barcelonesa , mientras tanto, quiere disfrutar del camino. “Hago esto porque me gusta y porque disfruto. Me gustaría saber qué va a ser de mí. Pero también quiero seguir poco a poco para seguir trabajando y mejorar. Que sea lo que tenga que ser, pero no tengo prisa”.
by via El Periódico - deportes
COMMENTS